¿Qué nos mueve ante una crisis como la del Coronavirus: vivir o simplemente sobrevivir?

17 junio, 2020
¿Qué nos mueve ante una crisis como la del Coronavirus: vivir o simplemente sobrevivir?

En esta época inédita e incierta por la amenaza real del Coronavirus, las preguntas que nos hacemos y que llevan una gran carga de ansiedad son: ¿voy a contraer el virus? ¿alguien a quien amo se contagiará? Si eso sucede ¿nos va a matar?

El “memento mori” (advertir que moriremos) tiene un efecto profundo y dominante en nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos. Nos afecta en casi todos los ámbitos de la vida humana, ya sea que estemos conscientes de ello o no.

De hecho, según Ernest Becker en su libro “The Denial of Death” (La Negación de la Muerte), la actividad humana está regida, en gran medida, por los esfuerzos inconscientes para negar la muerte. 

En otras palabras, el ser humano tiene un “mecanismo de autoprotección emocional” que consiste en evadir la angustia provocada por el dolor y miedo a la muerte para poder concentrarse en sus actividades cotidianas y de esa manera poder supuestamente “vivir la vida”. 

Un ejemplo que por mi actividad profesional me toca presenciar recurrentemente es la manera que se pone en riesgo la continuidad de las familias y la permanencia del patrimonio por no organizar los asuntos hereditarios oportunamente.

De hecho, en mi libro “Como hacer que su herencia trascienda” sostengo que es una falta al principio de responsabilidad no realizar una planeación hereditaria a tiempo. La dificultad no está en la desidia, complejidad o costo de hacerlo -aunque sí puede haber algo de ello, sino que es un tema que por naturaleza hace pensar en la inevitabilidad de la muerte, lo cual activa nuestro dispositivo defensivo que termina por transformarnos en avestruz.

Evitamos pensar en la muerte para supuestamente poder “vivir”, pero es donde se presenta la paradoja, pues esa conducta provoca el efecto contrario de lo que pretendemos. 

Ejemplo: 

Inconscientemente no voy al Hospital a realizarme un check up, pues existe la posibilidad de que tenga alguna enfermedad, lo cual me provoca profundo temor a morir; por tanto, evado realizarme las pruebas para no estar contrariado y poder seguir con mis actividades (“vivir”).

La paradoja es doble; pues no solo se está en auténtico riesgo de salud al no detectarse a tiempo un posible padecimiento, sino también la estabilidad emocional, pues como no se realizaron los análisis médicos, no se tiene certeza de que en realidad no exista enfermedad y esa incertidumbre tampoco deja “vivir”.

Me parece que la clave está en ser conscientes de esta situación y aceptar nuestra fragilidad como seres humanos. Desde luego, no es cosa fácil, pues como ya comenté, nuestra mente y baterías defensivas internas tratarán de impedirlo a toda costa, pero si luchamos y logramos ser conscientes de ello tendremos mayores posibilidades de superar el obstáculo.

Tampoco es para nada sencillo tramitar el extraordinario estado de emergencia global en que que nos encontramos y que diariamente mueren personas de carne y hueso como nosotros a causa de la pandemia. Es absolutamente entendible que se generen estados de angustia, ansiedad, estrés e irritabilidad.

Lo que propongo es aprovechar el retiro para hacer frente a nuestros miedos y meditar sobre la inevitabilidad de la muerte, de que somos finitos y que algún día vamos dejar de pertenecer a este mundo. Los que profesamos alguna religión podemos encomendarnos y encomendar a nuestros seres queridos. 

Ahora, el panorama a futuro tampoco es muy prometedor, una vez que pasemos la situación actual tenemos enfrente otros desafíos que también son de índole global y no son menores: crisis económica mundial, polarización, migraciones masivas, pánico nativista, cambio climático, crecimiento del nivel de los océanos, otra posible pandemia, etc.

Es por ello que creo que hoy más que nunca debemos esforzarnos por tener un buen empaque emocional para poder transitar de mejor forma esta eventualidad y las que están por venir, tomando decisiones mesuradas, objetivas y adecuadas para cada situación.

“La situación es tan seria que no podemos permitirnos entrar en pánico”

Por otro lado, ­si bien debemos tener consciencia sobre nuestra precariedad, lo más probable que duremos muchos años más y por ello también es necesario tener en mente nuestras fortalezas y aquí es donde nuestras capacidades como seres humanos mejor se despliegan.

Si además de la consciencia de la situación en su justa dimensión, nos damos la oportunidad de ser empáticos, solidarios y compasivos con nuestros seres queridos y la gente que nos rodea, tenemos mayores posibilidades de afrontar con aplomo y determinación los desafíos que se presenten y tener una mejor salud física y emocional.

Así que pregunto, ante la situación actual de emergencia que padecemos y los desafíos que restan por venir:

¿Cómo queremos afrontarlos?

¿Queremos vivir realmente o simplemente sobrevivir?

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